Al
principio fue el Atari, la vieja consola que mis padres le habían comprado a mi
hermana Caro. A pesar de que no teníamos cartuchos para jugarlo, el aparato
traía como quince juegos anexados, para mis cinco años aquello era lo mejor que
había visto en cuanto a videojuegos se refiere. Cuando nos visitaban los primos
no soltaban el Atari, a pesar de que sus juegos fueran viejos y que en aquel
entonces ya existían mejores opciones.
Las idas y venidas del caluroso
pueblo de Penjamo Guanajuato no fueron tan aburridas cuando yo era un niño, la
razón era simple, mis tíos eran más pequeños que yo, y mi tío abuelo era un
hombre rico dueño de varias tierras y negocios. Por lo tanto mis familiares
tenían buenas cosas, y entre ellas se encontraba el Super-Nintendo, cuyos
gráficos eran superiores en gran medida al Atari que estaba guardado en su caja
en el closet de mi cuarto. Mis primos pertenecieron a la generación de los 16
bits, pero su condición de niñez también les suponía un gran egoísmo. Jamás me
dejaban jugar, y si mi padre intervenía para que me dejaran, sólo me permitían
lo suficiente hasta que perdiera el juego y ellos lo continuaran de manera
indefinida. Más que un jugador sólo era un espectador, un mirón por decirlo así.
Aquellas noches cuando los padres salían a cenar y nosotros los chicos nos
desvelábamos jugando (y mirando como en mi caso), dejándonos solos con nuestros
hermanos mayores a cargo, quienes no pertenecían a la generación de los 16
bits, sino a la secundaría y al Windows 95.
Una noche, cuando mis tíos llegaron,
la mamá de mi primo Daniel se enojó tanto por encontrarlo todavía jugando noche con él rico Mac Pato, que lo golpeo en
frente de mi y le sacó el casete sin ni siquiera reiniciar la consola. Aquella
mujer soltera quien diez años después se casaría con un cubano, era una mujer
muy frustrada, soltera y enojona, el pobre Daniel creció siendo muy agresivo
con sus primos lejanos (como yo), y jamás me dejó jugar con su Super-Nintendo.
Dos años después, mientras platicaba
como mi abuela, ella me platicó que un día, la mamá de Daniel se enojó tanto
que destruyó su Nintendo y no le volvió a comprar más videojuegos. Cinco años
después me encontraría a Daniel fuera de su casa como un vicioso mientras que
su madre no se separaba de su cubano.
El Nintendo 64 fue una consola muy rara, principalmente porque tenía la capacidad de ser jugada por personas que tuvieran malformaciones, ¿Cómo cuales? Para aquellos que tuvieran tres manos. Su mando era bastante extraño. Por otro lado solía ser muy popular entre los chicos de clase media. Muchas veces me llegué a encontrar con niños de mi edad y tal vez chicos mayores que tenían los juegos de Súper Mario 64 y Zelda the ocarina of time como sus juegos predilectos. Entre ellos mis primos maternos quienes han tenido Nintendo por tradición.
Las gráficas en 3D vistas desde mi
puno de vista infantil fue como encontrarme con mi primera erección. Mientras
visitaba a mis tíos de Penjamo, pude jugarlo mientras nadie me veía. Súper Mario
64 podría decirse que fue el primer título en tercera dimensión que pude jugar.
Fuera de eso, jamás volvía tocar un Nintendo 64, incluso estando con mis primos
egoístas.
Fue cuando tuve mi primer contacto
con Sony, mi primo paterno: Richard fue el único primo en toda mi familia quien
no fue un maldito egoísta, y me permitió experimentar Metal Slug, un gran
videojuego de guerra en 2D intensamente entretenido. Las horas que él y yo
pasamos frente al televisor de mi tía fue la patada que me empujo al abismo
gamer.
Un
día, mi tío Rodrigo de Querétaro nos enseñó el PSone de mi prima Daniela, era
pequeño y blanco, muy bonito, dicho aparato tenía más potencia que un Super-Nintendo,
nos enseñó un juego clásico de está consola: el Need for speed, y uno que a
muchos tal vez les marcó la infancia. Pepsi Man. Mi papá se vio tan emocionado,
que un mes después, yo me encontraba viendo la tele y él me llamo, eran como las
nueve de la noche y me dijo: “Tu mamá y yo compramos algo para que compartas
con tu hermano”. Sacó del bar una caja gris con un triangulo, un cuadrado, un
circulo y una x.
Esa consola marcó mi vida, y tal vez no como a otras personas quienes si supieron sacarle bien el jugo a esa consola, sino que yo a mis once años me entretenía con juegos como Pepsiman, Dinocrisis, Resident evil 3 NEMESIS, Silent hill. Juegos que me dieron una gran experiencia y que marcaron en cierta forma mi juventud. Continué con mi PSone incluso años después de que la generación cambió, y aun así lo conservo intacto. Se me descompuso varias veces de su láser pero nada que el pirata de confianza de mi localidad no pudiera arreglar. Y ahora que lo veo, creo que debería encontrarle un lugar en donde guardarlo para poder recordar viejos tiempos algún día. Espero que en el futuro el tiempo me alcance para eso.
ResponderEliminarEsa consola marcó mi vida, y tal vez no como a otras personas quienes si supieron sacarle bien el jugo a esa consola, sino que yo a mis once años me entretenía con juegos como Pepsiman, Dinocrisis, Resident evil 3 NEMESIS, Silent hill. Juegos que me dieron una gran experiencia y que marcaron en cierta forma mi juventud https://tecniciencias.com/como-elegir-el-mejor-cooler-para-laptop/